miércoles, 22 de agosto de 2007

Alberto Hurtado, ¿identidad desvirtuada?



Alberto Hurtado es la figura más importante del catolicismo social chileno en la primera mitad del siglo XX. Su canonización es el mayor homenaje que la Iglesia Católica le puede rendir, lo que constituye un signo positivo en medio de la ola de fundamentalismo que afecta al catolicismo actual. Sin embargo, la forma como se ha manejado este reconocimiento más bien ha dejado un sabor amargo. En vez de fortalecer a las corrientes católicas progresistas, que se identifican con el mensaje de Alberto Hurtado, parece haber desvirtuado la identidad misma del personaje al que se pretende homenajear. El reformador social aparece ahora como un icono vaciado de su capacidad crítica. Un profeta devenido en un santo de altar, que se destaca más por sus "apariciones" en los muros que por su palabra y su testimonio. Era necesario "lavar" la imagen a este teólogo de la liberación avant la letre, mostrándolo inofensivo, trivial, y capaz de acomodarse al gusto de todos. Para llegar a construir esta figura políticamente anodina, que no incomode a los poderosos, se ha necesitado un largo proceso de resignificación comunicacional, destinado a difuminar su perfil contestatario. Así, se le convirtió en un "apóstol de la caridad", que impide reconocer al personaje histórico que sacudió las conciencias de la Iglesia y la sociedad de su época. La primera de las técnicas aplicadas a Alberto Hurtado es la mercantilización de su nombre. Hoy, "Padre Hurtado" es un producto que vende, y mucho. Las grandes multitiendas, los supermercados, las casas discográficas, y hasta los candidatos al Parlamento se asocian a su figura. El alcalde de Providencia, que embanderó su comuna en homenaje a Pinochet mientras estuvo preso en Londres, ha colgado su imagen en los postes de la Avenida 11 de Septiembre.

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